Dentro del mundo del management todo el mundo busca como referencias a seguir a los CEOs de las empresas, esos grandes emprendedores que, partiendo de un garaje, llegaron a dominar el Nasdaq. Nos gusta leer sobre ellos, emularlos, pensar que podemos alcanzarlos…
Pero pocas veces nos paramos a pensar en la importancia que tienen los cargos intermedios, esa direcciòn de "segundo nivel" que hace posible que las empresas funcionen en su día a día, que crezcan, que sean más grandes, más profesionales, más eficientes…
Los cargos intermedios en la empresa
Mi enfoque de cargo intermedio es aquel profesional que es responsable de un departamento determinado en una corporación. Me gusta ver los departamentos como micro-pymes independientes, capaces de generar valor añadido por sí mismas, que interactúan con otros departamentos para llevar a cabo el diseño y desarrollo del servicio final que la empresa proporciona.
Un cargo intermedio debe tener muchísimas características que no son fáciles de poseer:
- Liderazgo. Tiene que ser un líder que sea capaz de encaminar su departamento hacia los objetivos de la compañía.
- Comunicación. Tiene que ser alguien con grandes dotes de comunicación, de tal forma que pueda transmitir mensajes con claridad tanto dentro como fuera de su departamento.
- Organización. Tiene que ser una persona organizada, que sea capaz de identificar las prioridades de cada proyecto, con capacidad para generar todas las tareas operativas que son necesarias para alcanzar objetivos mayores.
- Proactividad. Tiene que ser alguien proactivo, que proponga mejoras, ideas o soluciones para que la organización avance de forma conjunta.
- Motivación. Tiene que ser capaz de motivar en todo momento a su equipo. Transmitirles por qué es importante lo que hacen, por qué todo lo que hacen tiene un sentido, una justificación.
Una empresa con unos cargos intermedios buenos tiene muchas probabilidades de tener éxito, al igual que, en el caso contrario, la probabilidad de perecer aumenta exponencialmente.
Los cargos intermedios permiten que la alta dirección piense en objetivos y estrategias más a medio-largo plazo. Una empresa sin dichos objetivos tampoco puede avanzar en el tiempo. Si no se piensa en el medio-largo plazo, el día a día acaba consumiendo las opciones de mejora de la compañía, deteriorando su avance y siendo superada por la competencia.