Hace unos días, mi compañera MJ (@mjdelaaldea) me remitió esta frase de mi tocayo Francisco de Quevedo: “Solo el que manda con amor es servido con lealtad”. La frase me parece muy buena, como no podía ser menos proveniendo de esta fuente, pero me gustaría centrar mi análisis de este post en los conceptos “mandar” u “ordenar”. Nunca he sido partidario de mandar o ser mandado, sobre todo porque creo que a la mayoría de las personas no les gusta lo segundo y, generalmente, a los que les gusta lo primero suelen ser mayoritariamente perfiles mediocres, con un gran sentimiento de inferioridad e incapaces para gestionar su propia vida.
Autoconvencimiento individual
En esta sociedad cada vez más interconectada, colaborativa y en la que predomina la suma de las aportaciones individuales no tiene sentido las órdenes ni los mandatos. Todo debe partir del autoconvencimiento individual acerca de cuáles son las responsabilidades que asumo y cómo cumplo los objetivos fijados. Solo así es como puede evolucionar un individuo, una organización y, ampliando aún más el espectro, toda una sociedad. Si seguimos esperando que alguien me diga lo que tengo que hacer, me guíe, repase lo que he hecho, me corrija y un largo etcétera de procesos improductivos, mal encaminados vamos. Todo eso será el mercado quien se encargue de ello, marginando lo que no aporta y seleccionando aquello que sí. Una sociedad madura tiene que tener como objetivo, desde sus etapas educativas más infantiles, la asunción de responsabilidades por parte de sus individuos. Cada uno de nosotros tenemos que interiorizarlas, asumirlas, estar contento por tenerlas y aspirar a tener cada vez un mayor número y de una mayor complejidad a lo largo de nuestras vidas. Eso es lo que yo llamo “evolución de la especie”.
¿Estamos dispuestos a ser proactivos?
Poco a poco vemos como las cadenas de mando se rompen, como de estructuras muy jerarquizadas pasamos a redes o nodos interconectados, como con “muy pocos recursos” se consiguen grandes hitos o bien, como la conexión entre millones de nodos individuales resulta muchísimo más fácil que en tiempos pretéritos. Ahora la cuestión es: no nos gusta ser ordenados, que nos digan lo que hay que hacer o cómo hay que hacerlo pero, ¿estamos realmente preparados psicológica, educacional y profesionalmente para ello? ¿Estamos dispuestos a ser proactivos, a proponer puntos de mejora, nuevos procesos o cualquier aspecto que creamos que puede ayudar a mejorar un colectivo u organización? Estos son los parámetros que rigen la entrada y salida de neo-creyentes en nuestro proyecto. Proactivos adelante, “comodones” abstenerse.